15 de abril de 2010

A la conquista del superhombre objetivo

Siguiendo en la línea de mi post del otro día sobre nuestra profesión y ya que me apetece torturaros compartir mis hipótesis con vosotros, voy a escribir sobre otro talón de Aquiles de la TI. Este es más genérico y ampliable casi que a la vida misma.

Sigo analizando por qué se fían tan poco de nosotros nuestros clientes y por qué no llegamos a despegar como Ingeniería. De momento, no voy a hablar de los problemas derivados de la incapacidad. En realidad, esos problemas me interesan menos; al fin y al cabo hay mediocres en todas las profesiones y eso no puede ser en lo que fallamos. Precisamente, me preocupa lo contrario: me parece que de hecho la proporción de gente capaz en nuestra profesión es muy alta y sin embargo, algo no va bien cuando generamos tanta desconfianza y se nos valora tan poco.

El otro día hablaba de la falta de metodología, pero hoy quiero hablar sobre cómo se toman las decisiones a nivel táctico* en TI. De la estrategia** ni hablo, donde yo trabajo estas decisiones se basan en razones políticas totalmente insondables para mí y en la empresa privada deberían guiarse por criterios económicos, aunque dudo que sea siempre así.

Algunos ya sabéis como yo, grosso modo, de qué va la teoría de juegos. Para lo que quiero argumentar, baste saber que una conclusión global es que sería mucho más beneficioso para los jugadores colaborar. La solución sería más satisfactoria para todos y, sin embargo, cada jugador tiende a elegir la que cree que es la mejor opción para sí mismo, llegando a un resultado total peor (ver el dilema del prisionero, como un ejemplo muy gráfico). Cuando se forma un equipo de trabajo en TI, se marcan unos objetivos, estamos en un proyecto, todos juntos para alcanzar una meta determinada. Por tanto, las decisiones deberían ser tomadas en pro de conseguir este objetivo. Buscar la mejor solución global, ¿no? O sea, colaborar.

A la hora de tomar decisiones en un equipo, existirá una jerarquía que define una escala de autoridad. Sin embargo, las decisiones, tácticas siempre, a un cierto nivel, aún cuando haya quien tenga la última palabra, deberán presentarse a exposición y consenso. Cada uno presentará sus argumentos y se tratará de llegar a un acuerdo sobre cuál es la mejor solución.

Bien, a la hora de enfrentarse a un problema y buscar una solución, cada uno debería presentar argumentos meramente objetivos. Después, como si fuéramos robots, asignaríamos mentalmente pesos y elegiríamos la opción cuyos argumentos suman más peso (metodología). Por desgracia a los seres humanos se nos da muy mal ser objetivos. Y para colmo, nuestra subjetividad no será inocente: tenderemos a defender la solución que es mejor para mí bajo algún criterio, cuando todos deberían colaborar para alcanzar la mejor solución para el proyecto***.

Partamos de una situación en que la mejor decisión supone un coste adicional y un esfuerzo añadido para el equipo. Probablemente el jefe de proyecto se negará porque no querrá asumir más coste ni presionar más a su equipo. Estos son condicionantes lógicos, el jefe de proyecto sigue actuando dentro de la objetividad. Quizá no puede plantear esas razones abiertamente, pero son adecuadas y lógicas a su rol. No es este tipo de condicionante el que busco analizar.

Me interesan los condicionantes que hacen perder la objetividad y que son difíciles de entender por un tercero. Aquellos que hacen imposible comprender por qué alguien está defendiendo una postura que perjudicará el proyecto y que aparentemente no le reporta ningún beneficio personal. Voy a apuntar algunos.

Un condicionante que se entrelaza a menudo en las argumentaciones volviéndolas subjetivas, son las inseguridades del que argumenta. A menudo no estamos realmente dispuestos a escuchar y valorar las soluciones que aportan los demás, sino que el objetivo principal es que la opción elegida sea la nuestra. Así alcanzamos un extraño logro personal que confundimos con un logro profesional. No creo que haga falta ahondar más en esto: somos subjetivos a causa de nuestros problemas de autoestima, nuestros miedos a lo que piensan los otros, etc. Somos humanos y estas influencias de lo personal en lo profesional son difíciles de evitar. Pero sí deberíamos tratar de ser cada vez más conscientes de cuándo influyen estos condicionantes en nuestros razonamientos y tratar de evitarlos. No conducen al éxito del proyecto. Estaríamos apoyando la mejor decisión para nosotros bajo el criterio de la satisfacción personal a muy corto plazo. Nuestro éxito profesional debe medirse por el del proyecto y no por lo convincentes que seamos a la hora de justificar soluciones.

Otro condicionante en la toma de decisiones es lo que en jerga llaman FUD (Fear, Uncertainty and Doubt). Da igual de qué se hable, siempre habrá personas que tenderán a lanzar mensajes confusos sobre el particular indicando su inviabilidad, sus riesgos, su dificultad... pero sin concretar nunca nada. Este tipo de argumentos pueden ser usados, a falta de otros, para defender intereses objetivos; por ejemplo, el jefe de proyecto que no quiere que una tarea se haga porque se empequeñece el margen de beneficios que tiene que defender. Pero hay generadores de FUD que no son tan fácilmente justificables. Por supuesto, personas con incapacidad y poco conocimiento, tenderán a alarmarse injustificadamente cada vez que se propone una solución mínimamente compleja. Pero ya decía antes que no son estos los que me interesan. Me preocupa cuando personas capacitadas y que podrían argumentar objetivamente, optan por generar FUD. Habitualmente, son trabajadores que a lo largo de su vida laboral han perdido ilusión, que están cansados y quemados. Esto es muy negativo para el proyecto y para la TI, porque se está perdiendo un capital humano importante. En el ámbito que nos ocupa, además, son muy peligrosos ya que su prestigio profesional da peso a argumentos que son completamente subjetivos.

Y por último, algo que observo que también condiciona las argumentaciones. No es un secreto que me gusta usar el lenguaje, me gusta la literatura, intento expresarme con corrección y con la mayor economía de recursos posible. Y por tanto, no es difícil adivinar que me gustaría que se le diera más importancia a estas materias en los planes educativos. Esto no es ninguna tontería, hay un número tristemente grande de personas que no sabe expresarse correctamente. Esto es un problema social, no de TI. Pero es que a la hora de argumentar y consensuar una decisión en un diálogo, es imprescindible saber dosificar el tono, suavizar lo que pueda resultar controvertido, decir exáctamente lo que se quiere decir y no otra cosa. A menudo no prevalece la solución más viable sino la mejor defendida y a veces, la diferencia es una simple cuestión de forma y no de fondo. Si a esto se une el poco interés que tenemos en escucharnos unos a otros, la falta de entendimiento estará siempre estorbando en nuestro proyecto.

Además de estos que comento, seguro que a vosotros se os ocurren más condicionantes que hacen que perdamos la objetividad a la hora de argumentar y tomar decisiones. ¿Queréis compartir alguno?


* ** Táctica: Arte de disponer, mover y emplear la fuerza bélica para el combate. Estrategia: Arte de dirigir las operaciones militares. Es decir, las primeras, a diferencia de las segundas, son las decisiones en el campo de batalla, que deberán estar alineadas con las directrices marcadas por los superiores.
*** Actualmente, los científicos defienden que se debe prestar atención a la siempre poco valorada intuición a la hora de tomar decisiones. Os propongo que hagáis el ejercicio de contrastar si lo que os sugiere vuestra intuición y vuestra visión subjetiva es lo mismo o no. Seguramente haya sorpresas.

No hay comentarios: