31 de enero de 2011

Abandono

Puedo aceptar que apenas me dirija la palabra. También que me ponga la comida delante sin mirarme siquiera, cumpliendo por orgullo, más que por vocación, la obligación de cuidar de mí. Puedo incluso aceptar que ya no me acaricie como antes y asumo este papel de mendigo de cariño que me impulsa a revolotear a su alrededor olvidándome de mi dignidad. Ella, centro de todo, mi diosa, la dueña de mi universo, apenas recuerda que una vez éramos dos en el paraíso. Puedo con esta situación aunque a veces me desmorone y me dedique a consumir las horas dormitando la tristeza, dejándome arrastrar por el profundo tedio de estar solo. Sin embargo, por mucho que lo intente, soy incapaz de adaptar mis esfínteres a su nueva costumbre de sacarme a pasear una sola vez al día.

25 de enero de 2011

¿Futuro incierto?

Hace unos días una persona me contó una historia que me ha dado mucho que pensar. Esta persona trabaja en una cadena industrial en una pyme, se encarga de adaptar ciertos parámetros de la producción a las necesidades del momento. Hasta ahí todo bien, salvo porque lo hace manipulando levas.

Esta persona no tiene formación especial como ingeniero o similar, simplemente ha aprendido su oficio y lo ha hecho bien. Es capaz de recalcular con rapidez las adaptaciones necesarias y hasta ahora era reconocido y apreciado en su trabajo. El problema es que desde hace un tiempo el control de la cadena se hace vía computador, lo ha instalado una empresa extranjera y las adaptaciones se hacen desde remoto vía módem. Por muy rápido que haga sus cálculos y la manipulación de la maquinaria, esta persona es incapaz de competir con los procesos automáticos que ahora realizan bajo demanda los cambios.

Y por otro lado, para esta persona es imposible adquirir formación en esta nueva forma de trabajar. Esta empresa, que es fabricante, no da formación porque sólo le interesa establecer canales comerciales. Y, por otro lado, no hay empresas similares en Andalucía y probablemente tampoco en España donde pudiera reubicarse laboralmente.

Bueno, un trabajo más que se queda obsoleto, andaréis pensando. Cosas del progreso, ¿no? Pero esto me ha llevado a una inquietante pregunta sobre el futuro del sector informático: ¿cómo debería orientarse el tejido empresarial local para maximizar nuestra competitividad de cara al futuro?

No me resulta difícil imaginar que esa empresa extranjera que lo lleva todo vía módem y nos deja sin trabajo es una Oracle o una SAP o una IBM... Estamos volviendo al equipo de grandes prestaciones con software cerrado y soporte de pila completa o a la suscripción de un servicio en un sistema remoto mantenido por otros, lo que al final se resume siempre en un "tú no toques que ya lo llevamos nosotros".

Cosas de la ley del péndulo y de que estos han sabido manejar el lenguaje de la alta dirección y otros no tanto. ¿Qué pasará con los que no trabajamos en esas empresas? ¿Habrá sitio para nosotros? ¿Oscilará el péndulo hacia el otro lado antes de que se hagan con todo?

De momento, me reafirmo en mi creencia de que hay que potenciar la competencia, que sólo así se progresa y se sobrevive equilibrando ambas cosas medianamente: si no lo crees así, pregúntate por qué IIS tiene virtual servers, por qué nació android, por qué Microsoft ha lanzado Windows7... El problema es que se creen monopolios, que se elimine la competencia, ¿por qué qué pasará en la empresa de la persona que decía al principio cuando el control de la producción sea magia oscura y quienes lo llevan decidan cobrar el doble por ello? Y si el servicio no es bueno, ¿seguirán existiendo alternativas?

Y otro punto en el que me reafirmo es en que hay que huir de ser aprieta-botones o tira-líneas-de-código y que es imprescindible que entendamos realmente qué estamos haciendo, cómo funciona lo que tenemos bajo los dedos. Sólo así nos aseguramos la capacidad de reconvertirnos, de adaptarnos al imparable progreso. Sólo así nos ganamos el derecho a participar de la siguiente revolución tecnológica.

9 de enero de 2011

Porta Coeli. La orden de Sta. Ceclina


Sigamos reseñando.

"Porta Coeli" de Susana Vallejo ha sido otro regalo más de mis sabios reyes. Tenía miedo de que me decepcionara tanto como lo hizo en su tiempo "Memorias de Idhún" (no enlazo aquella reseña porque no me reconozco a mí misma en ella...) pero afortunadamente estamos hablando de ligas distintas.

"Porta Coeli" es una tetralogía cuya primera entrega es "La orden de Santa Ceclina". En él se narra la historia fantástica de la Orden de Santa Ceclina, cuyo monasterio atesora un libro prohibido, el Porta Coeli, que permitirá a los protagonistas hallar explicación a las apariciones de seres fantásticos que han empezado a aumentar...

Entre sus aciertos, se encuentra un ritmo habilmente sostenido, una prosa correcta, clara, sencilla, sobre la que se pasea el lector cómodamente y va dejándose llevar de la mano de la historia. En ningún momento decae el interés gracias a que la información se dosifica prudentemente y las escenas se suceden con rapidez. La trama es impecable, el final se extrae de ella sin artimañas o engaños y el lector se sorprende sin asustarse. Un libro redondo y muy divertido.

Otro valor añadido es que la historia transcurre en tierras españolas, que el contexto es agradablemente familiar. Un riesgo, asumido con valentía por la autora, el de alejar al lector de sus prejuicios, llevado a cabo con maestría y sin complejos. Una baza más para este libro.

Sin ser un desacierto general, su principal debilidad está en la construcción de los personajes. El narrador omnisciente que da el tono correcto a este relato de aventuras y viajes, se vuelve en ocasiones demasiado introspectivo y deja ver sentimientos y pensamientos poco verosímiles en algunos personajes. Por ejemplo y principalmente, Bernardo, uno de los protagonistas, resulta poco creíble en sus emociones y acaba por pasar de petulante a cursi sin estadios intermedios. La relación que mantiene con Yebra, otra protagonista, discurre de forma poco creíble, excesivamente ingenua y estereotipada. En los momentos en que se describen las interacciones entre estos dos personajes, uno recuerda estar leyendo un libro juvenil, cosa que no ocurre necesariamente en el resto del libro.

Los aciertos superan a las debilidades en todo caso, resultando un relato más que digno y sobre todo, muy divertido. Una lectura recomendable para niños grandes y para jóvenes con imaginación. Algún día me haré con las tres siguientes entregas a la espera de pasar otros tantos buenos ratos.

Por los tiempos de Clemente Colling

Uno de mis propósitos para el año nuevo es recuperar las reseñas de este blog. Este no es un propósito sencillo pero me apetece hacer este pequeño esfuerzo. Además, quiero "pillarme los dedos" en las reseñas mucho más de lo que lo he hecho hasta ahora. El porqué es sencillo: como más se aprende sobre escribir es leyendo concienzudamente. Así que al lío...

"Por los tiempos de Clemente Colling" de Felisberto Hernández fue un acertado regalo de Reyes que me llegó un poquito antes para que pudiera aprovechar las vacaciones en su lectura. No conozco más obras de Felisberto de momento, aunque esto va a cambiar de aquí a unas semanas porque sus majestades han tenido a bien darme más material de lectura. De momento y de entrada, éste, considerado por algunos la mejor obra de Felisberto, resulta un relato exquisito. El objeto del discurso es una remontada compleja por los devaneos del recuerdo, la remembranza de una infancia hiperestésica, la reconstrucción de unas memorias que se iluminan ahora con la madurez del protagonista.

Parece que es autobiográfica: salpicada de recuerdos colaterales, el narrador protagonista, Felisberto, nos cuenta su relación con la música, la ilación de ésta en sus recuerdos y sobre todo, construye y destruye en un ciclo infinito al personaje que fuera su profesor de piano, Clemente Colling.

Casi inmediatamente, por la hiperestesia, por la exquisitez, por la batalla contra el olvido, la obra recuerda inevitablemente a Proust. Parece que el francés se encontraba entre las lecturas predilectas del autor y es evidente su influencia. El discurso, sin embargo, resulta más vanguardista en las formas que el de Proust; sin llegar al monólogo descabalado de Joyce, sí se interna en los vaivenes de nuestros más íntimos pensamientos y se atreve con el collage de las remembranzas que se asocian entre sí sin una lógica aparente. Además, hay pasajes, como la descripción de las longevas, su loro disecado, etc. que se internan, siquiera superficialmente, en el realismo mágico cuyo testigo recogería Gabriel García Márquez entre otros. Éste declaró admirarle y también lo hizo Cortázar, si bien en este último la influencia parece moverse más en términos de forma: en esa construcción de un lenguaje aparentemente descuidado en el que ni una sola palabra puede eliminarse sin dejar caer el castillo de naipes.

Es interesante también conocer la biografía de Felisberto Hernández, casado sin saberlo con una espía de la KGB que alcanzaría más fama y honores que su inocente esposo. Una vida digna de ser novelada.

Una lectura conveniente y provechosa, alejada de mi interés en el fondo pero no en la forma. Recomendable para amantes de la exquisitez y la delicadeza.

"un escritor que no se parece a nadie: a ninguno de los europeos y a ninguno de los latinoamericanos, es un francotirador que desafía toda clasificación y todo marco, pero se presenta como inconfundible al abrir sus páginas"
Italo Calvino


(Gracias Joaquín por recomendármelo)