14 de mayo de 2013

A cal y canto



Siempre tan celosos de su intimidad que acabaron por cegar a cal y canto sus vidas. Una casa de ventanas selladas y puertas con candado tras las que consumir su tiempo. Pero el discurso es siempre interminable y ellos, como todos, efímeros. La herrumbre hirió las puertas que resguardaban muebles cubiertos con sábanas blancas y restos de vidas que ya no eran. La casa se fue viniendo abajo, despacio, desbaratándose con la elegancia de un montón de plumas arrastradas por el viento.

Ahora sólo queda un cerrojo lastimado de orín, una puerta enmarcada en restos tristes de pared y una viga vieja: despojos que ya ni siquiera recuerdan cómo era aquello de separar mundos.

Fotografía de mi fotógrafo de cabecera: Javier Prieto

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